domingo, 16 de noviembre de 2008

Domingo


El domingo es el día lánguido por definición. Da igual qué hayamos hecho la jornada previa. El séptimo siempre nos sorprende con la energía mermada.

Todos los planes previamente acordados se van diluyendo en el tedio. Al final, simplemente se llevan a cabo aquellos básicos para la supervivencia. El resto de la jornada transcurre en una nebulosa. Poco a poco el tiempo pasa: el momento de realizar cualquier acción se esfuma.

Al final, sólo queda poner el despertador en hora para mañana. Para así poder comenzar otra apabullante semana durante la cual añorar constantemente los minutos perdidos el domingo.

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